¿Tienes el sindrome del edificio enfermo?

¿Qué es el síndrome de edificio enfermo?

Se conoce como síndrome del edificio enfermo a un conjunto de sintomatologías y enfermedades originadas por la contaminación del aire en los espacios cerrados, pero que también se puede ver agravado por las condiciones de estrés propias del trabajo, el uso de materiales sintéticos o la electricidad estática. Curiosamente, con frecuencia es uno de los efectos de los llamados edificios inteligentes.

A menudo ocurre que una vez que las personas se trasladan a un nuevo edificio comienzan las quejas de que el lugar les enferma. Este síndrome está afectando a miles de personas trabajadoras en el mundo, y hasta el momento no se ha podido averiguar la causa o al menos determinar con exactitud el origen de estos síntomas. Pero de lo que sí podemos estar seguros es de que tiene una relación clara con la mala calidad del aire interior.

¿Cuáles son sus síntomas?

Los síntomas más frecuentes son relativamente suaves, como sensación de cansancio o letargo, dolores de cabeza, sequedad de ojos, presión en el pecho, ojos llorosos, nariz taponada, garganta seca, sequedad cutánea, náuseas y mareos. Síntomas que por falta de atención pueden derivar en enfermedades por hipersensibilidad, infecciosas o de origen químico y/o físico. Con frecuencia estos síntomas señalados sólo sobrevienen en el lugar de trabajo, y mejoran horas después de abandonarlo, pudiendo desaparecer totalmente en los periodos de vacaciones. También varían según el tipo de edificio.

Hay edificios que nacen enfermos y hay otros que enferman como consecuencia de proyectos de remodelación, reconstrucción o desidia de aquellos que, con responsabilidad de velar por el control y la protección de la salud pública de los ciudadanos, no ejercen la labor de control específica que les compete.

La ventilación es clave

Las características de los sistemas de ventilación en los edificios son la causa de alguno de los síntomas que padecen las personas con el síndrome del edificio enfermo. En aquellos edificios en los que las ventanas se pueden abrir y que están naturalmente ventilados, donde la presión del viento exterior hace que el aire circule, es menor la incidencia de estos síntomas.

Por el contrario, aquellos con ventanas herméticas en los que el aire que se introduce al edificio lo hace a través de un dispositivo centralizado y que luego lo distribuye por conductos que desembocan en las distintas áreas, potencian un mayor grado de recirculación de aire. Este aire, que en ocasiones circula sin renovarse una y otra vez, acumula microorganismos, se contamina con óxido depositado en las áreas de distribución, gases químicos, bacterias, humos, polvo, moho, hongos, insectos y escombros del interior de las paredes.

Pero no todos los edificios con aire acondicionado tienen problemas. El fracaso en estos ejemplos está motivado por un sistema que no ha sido adecuadamente instalado o  no ha tenido mantención, por un modelo que fue alterado para adecuarse al diseño del edificio, por cambios producidos al ocuparlo donde a veces las entradas y salidas de aire se cubren con techos falsos, por la distribución de mayor cantidad de personas en sitios no adecuados, o por la ubicación del mobiliario en zonas donde no debería estar según la ergonomía de diseño.

¿Existen otras formas de contaminación interior?

Las oficinas modernas están llenas de materiales sintéticos, plásticos, acero inoxidable, cerámicas, materiales textiles, productos de limpieza, pegamentos, disolventes, etc. La sensibilidad ante estas diversas sustancias químicas es hoy un problema para muchas personas, que reaccionan de forma diferente ante las concentraciones de los distintos componentes, dando en ocasiones como resultado que sus sistemas inmunológicos se vean alterados por la exposición a contaminantes de bajo nivel, generándoles múltiples trastornos.